¿Hay puntos de contacto entre la crisis de Turquía y la de Argentina?
El pasado viernes, la lira turca volvió a sufrir una fuerte caída en relación con el dólar estadounidense y el Secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, aseguró que EE.UU. impondrá mayores sanciones económicas si la Justicia de Turquía no libera al pastor evangélico Andrew Brunson, arrestado por la acusación de actividades terroristas y de espionaje. En su condición de aliado estratégico de la OTAN, Turquía “…se ha aprovechado de EE.UU. durante muchos años…” consignó Donald Trump mediante su cuenta de Twitter el pasado jueves. Esta controversia coyuntural de índole política desnuda deficiencias y debilidades estructurales de la economía turca, tales como inflación superior al 16% anual, déficit de cuenta corriente mayor al 5% del PIB y una relación deuda sobre PIB del 55%.
La crisis impactó en el conjunto de los mercados emergentes, poniendo en evidencia las condiciones económicas globales negativas que presentan estos estados significativamente endeudados frente a la suba internacional del dólar y las tasas de interés. Técnicamente, el estallido provocó una aceleración en el flujo de salida de dinero invertido en los países emergentes, alcanzando en la última semana los US$ 1.400 millones, según datos del Instituto Internacional de Finanzas (IIF).
Distintos analistas adjudican este contexto internacional para explicar la suba del dólar en Argentina, la caída de los bonos de deuda soberana y el alza del riesgo país. Enfáticamente, niegan la existencia de una crisis económica en Argentina. Lamentablemente, si consideramos una inflación anual proyectada superior al 35%, el déficit de cuenta corriente, la depreciación mayor al 60% del peso argentino frente al dólar estadounidense durante 2018, la caída del consumo y la desaceleración de la actividad económica, la situación económica actual es evidentemente crítica.
Otros analistas pronostican cataclismos económicos peores en Argentina, al realizar una imagen espejo con la economía turca. Sin embargo, la realidad otomana contiene aspectos sensiblemente diferentes, tales como conflictos bélicos con Siria y distintas minorías étnicas, la figura de un concentrado hiperpresidencialismo en el Poder Ejecutivo, y la inflación creciente por el consumo expansivo en una economía acelerada y con burbujas especulativas inmobiliarias, en un mercado con elevado crecimiento sobreestimulado.
Es interesante la decisión del Gobierno de Recep Erdogan de no aumentar las tasas de interés frente a la inflación que sufre la economía turca, aplicando políticas heterodoxas neofisherianas, en contraposición con la Regla de Taylor que el Gobierno de Mauricio Macri ha mantenido desde su asunción presidencial, elevando las tasas de interés del mercado financiero frente al alza constante de los precios. Ambos gobiernos no han logrado contener la inflación que, tanto en Turquía como en Argentina, luego de una baja durante el año 2017, ha comenzado a incrementarse significativamente y aún no alcanza su punto máximo. Las políticas monetaristas ortodoxas y heterodoxas se constituyen en las dos caras de una misma moneda, que no logra resolver este problema.
En la actualidad, políticas monetarias y presupuestarias de reactivación económica y equilibrio de cuenta corriente, estímulo al consumo y a la inversión, promoción al empleo y desarrollo regional, deben confluir sinérgicamente en la coyuntura y la estructura de nuestro país para solucionar el flagelo inflacionario.
Publicada en El Economista Diario