La Organización Mundial de la Salud (OMS) caracterizó desde el pasado miércoles 11 de marzo oficialmente al coronavirus Covid-19 como Pandemia, conforme a la declaración de su director, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien hizo un llamado a que los gobiernos tomen medidas urgentes y agresivas para combatir el brote. Además de la crisis sanitaria, la Pandemia ha provocado una crisis de confianza, que afecta irreversiblemente las expectativas y el comportamiento de los agentes económicos en la economía mundial.
En este momento, el índice Dow Jones retrocedió un 7,8 % y el S&P 500 cayó un 7,6 % en una sola jornada bursátil. España ha declarado el estado de alarma durante quince días, derivando y reubicando al personal estatal para que preste funciones en el servicio de salud, y cancelando la operatoria comercial en locales públicos de comercio y de producción, tal como ocurre en Italia, donde se ha decretado la cuarentena global, confinando a la población a permanecer bajo resguardo en sus hogares. Recientemente, Trump anunció la cancelación de los vuelos que conectan a los EE.UU. con la Europa continental, suspendiendo el tráfico habitual de bienes y pasajeros, en principio, durante los próximos treinta días, y el otorgamiento de visas en todo el mundo. La actividad manufacturera de China ha caído a niveles más bajos que los provocados por la crisis del año 2008, disminuyendo el 28,60 % de los valores de referencia de enero de este año, operando las fábricas chinas en el 60% de su capacidad de producción, según Bloomberg Economics. Este panorama nos permite vislumbrar un shock de oferta negativo, donde encontramos menor producción y mayores precios relativos que afectarán la demanda efectiva, y un profit warning de las empresas que cotizan, por la fuerte disminución de los beneficios esperados.
Una depresión económica global se produce cuando la disminución de producción, consumo, empleo, crédito, inversión, es sostenida en el tiempo, provocando desempleo, quiebras comerciales y financieras, deflación y/o hiperinflación, devaluaciones monetarias, y un punto de inflexión mínimo del ciclo económico habitual. Ejemplos de estas crisis económicas son la Larga Depresión de 1873 a 1896, y la Gran Depresión de 1929 a 1933, que asolaron el panorama económico mundial. En cambio, la recesión económica se caracteriza por una desaceleración temporal del ciclo económico, tal como sucedió en la llamada Gran Recesión del año 2008. En ambos fenómenos se manifiestan convulsiones sociales y políticas, laborales, comerciales y financieras. Para evitar mayores perjuicios y daños, y reducir la problemática socio económica de la población de cada nación, los Gobiernos deben utilizar herramientas de Política Económica que permitan aliviar las consecuencias y morigerar los efectos negativos que producen irremediablemente estas crisis. Frente a la actual Pandemia, podemos destacar distintas políticas y acciones llevadas adelante para que la recesión coyuntural que se vislumbra no escale hacia una mayor crisis que provoque daños estructurales y permanentes en cada región.
La administración Trump ha anunciado estímulos fiscales por vía de la reducción de tributos para evitar la caída de la actividad económica, y subsidios de desempleo y envíos de cheques a todos los trabajadores estadounidenses, por la vía del gasto público para evitar la caída del consumo. Alemania, llamando a la unidad y a la solidaridad dentro del propio territorio, invita al resto de los países de la Unión Europea a otorgar avales y garantías sin límites a las empresas para evitar problemas crediticios y de liquidez, provocados por la caída de la actividad económica por los efectos negativos de la pandemia. Los países exportadores de commodities del Mercosur, frente a la caída de los precios internacionales, han realizado devaluaciones que permitan ajustar y modificar el tipo de cambio de su moneda en el mercado internacional, para sostener la viabilidad de los recursos obtenidos por las exportaciones primarias, por la vía tributaria y el ingreso de reservas de divisas. Recientemente, el inversor Warren Buffet manifestó que la actual situación no es tan negativa como en 2008 o en 1987. “Si vivís el tiempo suficiente, serás testigo del comportamiento de los mercados. Los mercados, como están abiertos cada segundo, reaccionan de manera exagerada a las noticias”, dijo en una entrevista. Más allá de los mercados, y las plazas bursátiles y financieras, determinadas actividades económicas, especialmente las desarrolladas por cuentapropistas, vinculadas a las prestaciones de servicios educativos, turísticos, de esparcimiento y ocio, de atención a la salud y personalizados, sufrirán una merma tan significativa que la crisis las dañará basal y estructuralmente, debiendo reconfigurarse las nuevas prestaciones que resulten después de la Pandemia y las sucesivas cuarentenas.
En Argentina, utilizar estos instrumentos de política fiscal, comercial y monetaria, se torna más difícil. El aumento del gasto público, la devaluación del dólar estadounidense, y/o la baja de la recaudación tributaria, pueden generar efectos económicos negativos mayores a los que sufre actualmente la sociedad argentina. La economía informal y el trabajo no registrado reciben directamente el impacto de la caída de la actividad económica, especialmente en sectores vinculados a oficios y profesiones no reguladas. La falta de insumos y bienes de capital del exterior, por la caída de la producción global, la expansión monetaria dispuesta por el Gobierno por la vía de la emisión, y el problema de los servicios de la deuda externa en el corto plazo, nos hacen ser cautos sobre los efectos resultantes finales de la recesión económica hacia la cual nos conduce la pandemia global del coronavirus Covid-19.
Publicada en Diario Perfil.-