Siempre la inflación

“El dólar, no es nuestro problema, nuestro problema es la inflación, que ya está bajando…” asegura el presidente Mauricio Macri, que agrega: “para lograr bajarla, tenemos que seguir bajando el gasto público…”.

El flagelo inflacionario, el aumento constante de precios, que vulnera el poder adquisitivo de la sociedad y corroe desgranando las columnas de la actividad económica, ha sobrevolado la historia social de la Argentina.

La condición volátil del fenómeno inflacionario lo experimentamos como algo insoportable, asfixiante, ligero.
En nuestro pasado reciente, para enfrentar este conflicto, se han puesto en juego diversos artilugios en toda la historia. Hoy, el BCRA presidido por Sturzenegger mantiene estable la Tasa de Política Monetaria desde el pasado 7 de noviembre, cuando la elevó del 27,75 % al 28,75%, como una herramienta que impacta en los instrumentos de Política Monetaria para “velar por la estabilidad monetaria de la Argentina”, cumpliendo metas propuestas de inflación y manteniendo bajo control la base monetaria, la presión cambiaria de divisas y las expectativas inflacionarias.
Es la aplicación de la Regla de Taylor, desarrollada a partir de 1993 en EE.UU., que recomienda una tasa de interés relativamente alta cuando la inflación puede llegar a superar la meta explícita propuesta, con el objetivo de reducir la presión inflacionaria.

Paul Volcker y Alan Greenspan, desde la Reserva Federal de EE.UU. la aplicaron como Política Monetaria esencial, y otros países, tales como Canadá y Nueva Zelanda, posteriormente, recurrieron a esta herramienta para combatir una alta inflación, obteniendo resultados satisfactorios. Utilizar esta Regla como contrapeso o punto de referencia gravitatorio frente a la volatilidad de la inflación, puede resultar beneficioso.

Obviamente parten de la premisa principal de que la inflación es un fenómeno estrictamente monetario y para lograr su remoción o disminución, se requiere la utilización de instrumentos de la misma naturaleza: la cantidad de dinero (oferta monetaria) o su precio (la tasa de interés).
La inflación en Argentina abreva de otras fuentes, tales como la suba de costos por aumento de tarifas e insumos, las expectativas coyunturales de raíz política, la matriz especulativa de los agentes económicos, los desequilibrios estructurales propios del subdesarrollo o por falta de desarrollo sostenible, la centralización y cartelización de las cadenas de distribución y comercialización de bienes y servicios, la consuetudinaria restricción externa.

Para realmente erradicar este síndrome inflacionario que ocurre repetidamente en la vida económica de nuestro país, deberemos aplicar un conjunto de políticas que contemplen el conjunto de factores que concurren al escenario económico argentino.
Keynes afirmó que, frente a la crisis del 30, la política monetaria era ineficaz y que la política presupuestaria es el camino esencial para la recuperación, con un sector público más activo, con obras públicas para promover el empleo y una mayor regulación de la economía en su conjunto. En el siglo XXI, políticas monetarias y presupuestarias deberán confluir sinérgicamente en la coyuntura y la estructura de Argentina para solucionar el flagelo inflacionario.

Publicada en Perfil.com

Post Relacionados